Las tragedias, la corrupción, la pobreza, la degradación de la sociedad, entre otros, son resultado de una cadena de eslabones rotos que parten de la inoperancia de los responsables para ejecutar y aplicar las normas y de la ignorancia del pueblo, hasta el principal eslabón entre todos: “LA LEY”.
Ley democrática que resulta casi anecdótica cuando nuestros representantes, aquellos mismos que festejan eufóricos los resultados en las urnas, luego sufren de amnesia y se les olvida ocupar sus bancas con el objetivo para el cual fueron electos. Estos mismos que votan y/o vetan proyectos simplemente para beneficiar una bandera política y/o respondiendo a sus propios intereses individuales, siendo indiferentes las necesidades del pueblo.
Convirtiéndose en voces de nadie, en
bancas vacías, leyes carentes de profundidad, alejadas de la realidad. Legisladores “poco honorables” dejan ver en cada sesión de que están hechos, al gritar, al ofender, al no escuchar, al convertirse en aquello que el poder resguarda, engendros vestidos con oro y Channel.
Serán realmente ellos los culpables? O seremos nosotros los que permitimos que ellos se conviertan y transformen a su gusto nuestro destino? resulta prácticamente ilógico esperar que las cosas sean mejores de lo que son. Si seguimos otorgándole el poder a mentes ansiosas y carentes de un verdadero espíritu de justicia, empatía y realidad. Que no bajan sus miradas ante tantas muertes injustificadas, ante la niñez arruinada, ante el enriquecimiento de unos pocos y el empobrecimiento de muchos. Ante una injusticia social que paradójicamente tiene su principal germen en este “palacio”, donde diputados y senadores día tras día se sientan sobre sus tronos, mientras el pueblo pide a gritos un cambio real, para sobrellevar sus vidas con un poco de paz, justicia y libertad.